Llueve. Y es ese día gris de siempre. En el que sales a la calle, te escondes bajo el paragüas y caminas. Pones tu música y sigues hacia delante, dejando atrás a cada una de las personas con las que te cruzas. Sintiendo esa sensación extraña... pero sencilla, que no predice cambios a la vista. Pero es cuando menos te lo esperas, cuando descubres esa sonrisa entre la gente, la que ilumina tus ojos y los llena de sensaciones, de un color especial, que cambia el camino, el rumbo. Es ahí cuando descubres que los días grises pueden llenarse de color.
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